Por qué Jesús habla por parábolas.

Allan Kardec


# No pongáis la lámpara debajo del celemín.

El celemín es una medida agraria (Cajón) que se utilizaba en algunas partes de España antes de que fuera obligatorio el sistema métrico decimal.


Ni encienden una antorcha y la ponen debajo del celemín sino sobre el candelero, para que alumbre, a todos los que están en la casa. (San Mateo, cap. V, y. 15).

Nadie enciende una antorcha y la cubre con alguna vasija, o la pone debajo de la cama: mas la pone sobre el candelero, para que vean la luz los que entran. - Porque no hay cosa encubierta que no haya de ser manifestada: ni escondida, que no haya de ser descubierta y hacerse pública. (San Lucas, capítulo VIII, v. 16 y 17).

Y llegándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? - Y les respondió y dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos: mas a ellos no les es dado. - Porque al que tiene se le dará y tendrá más, mas el que no tiene aún lo que tiene se le quitará. - Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no lo ven, y oyendo no oyen ni entienden. –Y se cumple en ellos la profecía de Isaías que dice: De todo oiréis y no entenderéis; y viendo, veréis y no veréis. - Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y cerraron sus ojos: para que no vean de los ojos, y oigan de las orejas, y del corazón entiendan; y se conviertan, y los sane. (San Mateo, cap. XIII, v. de 10 a 15).


Nos maravillamos cuando oímos decir a Jesús que es menester no dejar la luz debajo del celemín, mientras que él mismo oculta sin cesar el sentido de sus palabras bajo el velo de la alegoría que no puede ser comprendida de todos. El lo explica diciendo a sus apóstoles: Les hablo por parábola, porque no están en estado de comprender ciertas cosas; ven, miran, oyen y no comprenden; decírselo todo sería inútil en este momento; pero a vosotros os lo digo, porque os es dado comprender estos misterios. Obraba, pues, con el pueblo, como se hace con los niños cuyas ideas no están aún desarrolladas. De este modo indica el verdadero sentido de la máxima: "Nadie enciende una antorcha y la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, mas la pone sobre el candelero, para que vean la luz los que entran".

No significa que sea necesario revelar todas las cosas inconsiderablemente: toda enseñanza debe ser proporcionada a la inteligencia de aquel a quien se dirige, porque hay gentes a quienes una luz demasiado viva las deslumbra sin darles claridad.

Lo mismo sucede con los hombres en general que con los individuos; las generaciones tienen su infancia, su juventud y su vejez; cada cosa debe venir a su tiempo, pues el grano sembrado fuera de la estación no fructifica. Mas lo que la prudencia aconseja callar momentáneamente, debe descubrirse más o menos tarde, porque llegados a cierto grado de desarrollo, los hombres buscan ellos mismos la luz viva; la oscuridad les pesa. Habiéndoles dado Dios la inteligencia para comprender y guiarse en las cosas de la tierra y del cielo, quieren razonar su fe; entonces es cuando no se debe poner la antorcha debajo del celemín, porque "sin la luz de la razón, la fe se debilita" (Capítulo XIX, número 7).

Si, pues, en su sabia previsión, la Providencia sólo revela las verdades gradualmente, las descubre siempre que la humanidad está en disposición de recibirlas; las tiene reservadas, pero no debajo del celemím. En cambio, los hombres que están en posesión de estas verdades, la mayor parte de las veces sólo las ocultan con la idea de dominar; verdaderamente ellos son los que ponen la luz debajo del celemín. Así es que todas las religiones han tenido sus misterios, cuyo examen prohíben; pero mientras esas religiones van quedando rezagadas, la ciencia y la inteligencia han marchado y han roto el velo del misterio; el vulgo se ha vuelto adulto y ha querido penetrar en el fondo de las cosas, y ha sido cuando ha expulsado de su fe lo que era contrario a la observación.

No puede haber misterios absolutos, y Jesús está en lo verdadero cuando dijo que no hay nada secreto que no deba ser conocido. Todo lo que está oculto será descubierto algún día; y lo que el hombre no puede aún descubrir en la tierra, le será sucesivamente descubierto en los mundos más avanzados y cuando esté purificado; en la tierra está aún en las tinieblas.

Se pregunta: ¿qué provecho pudo el pueblo sacar de esta multitud de parábolas cuyo sentido estaba oculto para él? Es de notar que Jesús no se expresaba con parábolas sino respecto a las partes, hasta cierto punto abstractas, de su doctrina; pero habiendo hecho de la caridad hacia el prójimo y de la humildad la condición expresa de salvación, lo que dijo concerniente a esto es perfectamente claro, explícito y sin ambigüedad.

Así debió ser, porque es la regla de conducta, regla que todo el mundo debía comprender para poderla practicar; es la esencial para la multitud ignorante a la que se limitaba a decir: Esto es lo que debéis hacer para alcanzar el reino de los cielos. Sobre los otros puntos sólo desarrollaba su pensamientos a sus discípulos, estando éstos más adelantados, moral e intelectualmente. Jesús había podido iniciarles en las verdades más abstractas; por esto dijo: "A los que tienen se les dará más". (Cap. XVIII, núm. 15.).

Sin embargo aun con sus apóstoles se dejó en la vaguedad muchos puntos, cuya completa inteligencia estaba reservada a los tiempos ulteriores. Estos son los puntos que han dado lugar a interpretaciones tan diversas, hasta que la ciencia por un lado y el Espiritismo por otro han hecho comprender su sentido verdadero.

El Espiritismo viene hoy a hacer luz sobre una porción de puntos obscuros; sin embargo, no la hace inconsideradamente. Los espíritus proceden en sus instrucciones con una admirable prudencia; sólo sucesiva y gradualmente han abordado las diferentes partes conocidas de la doctrina y del mismo modo serán reveladas las otras a medida que llegue el tiempo de hacerlas salir de la oscuridad. Si la hubiesen presentado completa al principio, sólo hubiera sido accesible a un reducido número; hubiera asustado hasta a los que no estaban preparados, y esto hubiera sido un obstáculo para su propagación. Si, pues, los espíritus no lo dicen aún todo ostensiblemente, no es porque haya en la doctrina misterios reservados para los privilegiados, ni que pongan la antorcha debajo del celemín, sino porque cada cosa debe venir en tiempo oportuno.

Dejan que una idea madure y se propague antes de presentar otra, "y que preparen su aceptación los acontecimientos".


# No vayáis a camino de gentiles

A estos doce envió Jesús mandándoles y diciendo: No vayáis a camino de gentiles, ni entréis en las ciudades de los Samaritanos. - Mas id antes a las ovejas, que perecieron de la casa de Israel. - Id y predicad diciendo: Que se acercó el reino de los cielos. (San Mateo, cap. X, v. 5, 6 y 7).

Jesús prueba en diferentes circunstancias que sus miras no están circunscritas al pueblo judío, sino que abrazan a toda la humanidad. Si, pues, dijo a sus apóstoles que no fuesen entre paganos, no fue porque desdeñase la conversión de éstos, lo que hubiera sido poco caritativo, sino porque los judíos, que creían en la unidad de Dios y esperaban el Mesías, estaban preparados por las leyes de Moisés y de los Profetas a recibir su palabra. Entre los paganos, faltando la base, todo estaba por hacer, y los apóstoles aún no estaban bastante ilustrados para tan ruda tarea; por esto les dijo: Id al rebaño descarriado de la casa de Israel, es decir, id a sembrar en un terreno ya desmontado, sabiendo bien que la conversión de los gentiles vendría a su tiempo. En efecto, más tarde los apóstoles fueron a plantar la cruz en el mismo centro del paganismo.

Estas palabras pueden aplicarse a los adeptos y a los propagadores del Espiritismo. Los incrédulos sistemáticos, los burlones obstinados, los adversarios interesados, son, para ellos, lo que los gentiles eran para los apóstoles. A ejemplo de éstos, que busquen primero los prosélitos entre las gentes de buena voluntad, a los que desean la luz, en quienes se encuentra un germen fecundo y el número es grande: sin perder el tiempo con aquellos que rehúsan ver y oír y se resisten tanto más por el orgullo, cuanto más valor se quiere dar a su conversión. Más vale abrir los ojos a cien ciegos que deseen ver claro, que a uno solo que se complace en la oscuridad, porque es aumentar el número de los adeptos de una causa en más grande proporción.

Dejar a los otros en paz, no es indiferencia, sino buena política; ya les tocará su turno cuando serán dominados por la opinión general y cuando oirán sin cesar repetir la misma cosa a su alrededor; entonces creerán aceptar la idea voluntariamente y no bajo las impresiones de un individuo. Además, hay ideas que son como las semillas: que no pueden germinar antes de la estación y aun únicamente en un terreno preparado; por esto es mejor esperar el tiempo propicio y cultivar primero las que germinan, y no ser que aborten las otras precipitándolas demasiado.

En tiempo de Jesús, y a consecuencia de las ideas limitadas y materiales de la época, todo estaba circunscrito y localizado; la casa de Israel era un pequeño pueblo y los gentiles eran los pueblos pequeños que existían a su alrededor; hoy las ideas se universalizan y se espiritualizan. La nueva luz no es privilegio de ninguna nación; para ella no existen barreras; tiene su hogar en todas partes y todos los hombres son hermanos.

Mas los espiritistas tampoco son un pueblo: es una opinión que se encuentra en todas partes, y cuya verdad triunfa poco a poco, como el cristianismo ha triunfado del paganismo. Ya no se le combate con armas de guerra, sino con el poder de la idea.


# Los sanos no tienen necesidad de médico

Y acaeció que estando Jesús sentado a la mesa en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con El, y con sus discípulos. - Y viendo esto los fariseos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? - Y oyéndolo Jesús, dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. (San Mateo, cap. IX, v. 10, 11 y 12).

Jesús se dirigía, sobre todo, a los pobres y a los desheredados, porque éstos son los que tienen más necesidad de consuelos; a los ciegos dóciles y de buena fe porque quieren ver, y no a los orgullosos, que creen poseer toda la luz y no faltarles nada. (Véase la Introducción, art. "Publicanos y Peageros".)

Estas palabras, como otras muchas, encuentran su aplicación en el Espiritismo. Algunos se admiran de que la mediumnidad se concede a gentes indignas y capaces de hacer mal uso de ella; parece, dicen, que una facultad tan preciosa debería ser atributo exclusivo de los más meritorios.

Digamos, ante todo, que la mediumnidad consiste en una disposición orgánica de la que puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oír y hablar. De todas puede abusar el hombre en virtud de su libre albedrío, y si Dios no hubiese concedido la palabra, por ejemplo, sino a los que son incapaces de decir cosas malas, habría más mudos que parlantes. Dios, que ha dado al hombre facultades, le deja libre para usar de ellas, pero castiga siempre al que abusa.

Sin el poder de comunicar con los espíritus se hubiese dado sólo a los más dignos, ¿quién se atrevería a solicitarlo? Además, ¿en dónde estaría el límite de la dignidad? La mediumnidad se ha dado sin distinción a fin de que los espíritus puedan llevar la luz a todas partes, a todas las clases de la sociedad, así a la casa del pobre como a la del rico, lo mismo entre los prudentes para fortificarles en el bien, que entre los viciosos, para corregirles. ¿Acaso no son éstos últimos los enfermos que necesitan el médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del pecador, le privaría del socorro que puede sacarle del cenagal? Los espíritus buenos vienen, pues, en su ayuda, y los consejos que recibe directamente son de tal naturaleza que le impresionan con más viveza que si los recibiera por caminos indirectos.

Dios, en su bondad, para ahorrarle el trabajo de ir a buscar la luz más lejos, se la pone en la mano; ¿no es mucho más culpable si no la mira? ¿Puede excusarse con la ignorancia cuando él mismo haya escrito, visto, oído y pronunciado su propia condenación? Si no se aprovecha entonces es cuando es castigado por haber pervertido sus facultades, apoderándose de ella los malos espíritus para observarle y engañarle, sin perjuicio de las aflicciones reales con que Dios castiga a sus servidores indignos y a los corazones endurecidos por el orgullo y el egoísmo.

La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habituales con los espíritus superiores, sino que es sencillamente una "aptitud" para servir de instrumento más o menos flexible a los espíritus en general. El buen medium no es, pues, el que comunica fácilmente, sino el que es simpático a los buenos espíritus y sólo está asistido por ellos. Únicamente en este sentido es poderosa la excelencia de las cualidades morales sobre la mediumnidad.


# El valor de la fé

Todo aquel, pues, que me confesare delante de los hombres, lo confesaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos. - Y el que me negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos. (San Mateo, cap. X, v. 32 y 33).

Porque el que se afrentare de mí y de mis palabras, se afrentará de él el hijo del hombre, cuando viniere de su majestad, y con la del Padre, y de los santos ángeles. (San Lucas, cap. IX, v. 26).

El valor de la opinión se ha tenido siempre en estima por los hombres, porque es un mérito de desafiar los peligros, las persecuciones, las contradicciones y aun los simples sarcasmos a que se expone casi siempre el que no teme confesar muy alto las ideas que no son de todo el mundo. En esto, como en todo, el mérito está en razón de las circunstancias y de la importancia del resultado. Siempre hay debilidad en retroceder ante las consecuencias de su opinión y regenerarla, pero hay casos en que es una cobardía tan grande como huir en el momento del combate.

Jesús anatematiza esta cobardía desde el punto de vista especial de su doctrina, diciendo que si alguno se afrentare de sus palabras, también se afrentará de El; que El negará al que le niegue; que el que le confesará ante los hombres le reconocerá ante su Padre que está en los cielos; en otros términos: "Los que temerán el confesarse discípulos de la verdad, no son dignos de ser admitidos en el reino de la verdad".

Perderán el beneficio de su fe, porque es una fe egoísta que guardan para ellos mismos, pero que la ocultan por miedo de que les ocasione perjuicio en este mundo, mientras que aquellos que colocando la verdad sobre sus intereses materiales la proclaman abiertamente, trabajan al mismo tiempo para su porvenir y para el de los otros.

Lo mismo sucederá con los adeptos del Espiritismo, puesto que su doctrina no es otra que el desarrollo y aplicación de la del Evangelio; a ellos se dirigen también las palabras de Cristo. Siembran en la tierra lo que recogerán en la vida espiritual; allí recogerán los frutos de su valor o de su debilidad.


# Llevar su cruz. - El que quisiera salvar su vida, la perderá

Bienaventurados seréis, cuando os aborrecieran los hombres y os apartaren de sí, y os ultrajaren y desecharen vuestro nombre como malo por el Hijo del hombre. - Gozáos en aquel día y regocijáos: porque vuestro galardón grande es en el Cielo: porque de esta manera trataban a los profetas los padres de ellos. (San Lucas, cap. VI, v. 22 y 23).

Y convocando al pueblo con sus discípulos, les dijo: si alguno quiere seguirme niéguese a sí mismo: y tome su cruz, y sígame. - Porque el que quisiera salvar su vida la perderá, mas el que perdiese su vida, por mí y por el Evangelio la salvará. - Porque, ¿qué aprovechará al hombre si granjease todo el mundo y pierde su alma? (San Marcos, cap. VIII, v. 34 a 36. - San Lucas, cap. IX, v. 23 a 25. - San Mateo, cap. X, v. 33. - San Juan, cap. XII, v. 24 y 25).

Regocijáos, dijo Jesús, cuando los hombres os aborrecerán y os perseguirán por mi causa, porque el cielo os recompensará. Estas palabras pueden traducirse de este modo: Sed felices cuando los hombres, por su mal querer hacia vosotros, os proporcionen la ocasión de probar la sinceridad de vuestra fe, porque el mal que os hacen se vuelve en provecho vuestro. Compadecedles, pues, por su ceguedad, y no les maldigáis.

Después añade: "Que el que quiera seguirme lleve su cruz"; es decir, que sobrelleve con ánimo las tribulaciones que su fe le proporcionará; porque el que quisiera salvar su vida y sus bienes renunciando a mí, perderá las ventajas del reino de los cielos, mientras que aquellos que lo habrán perdido todo en la tierra, y aun la vida por el triunfo de la verdad, recibirán en la vida futura el precio de su valor, de su perseverancia y de su abnegación; pero aquellos que sacrifican los bienes celestes a los goces terrestres, Dios dice: Vosotros habéis recibido ya vuestra recompensa.



ALLAN KARDEC
Extracto de EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

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