Monopolizadores del buen sentido
Allan Kardec
El movimiento de objetos es un hecho comprobado. La cuestión reside en saber si en ese movimiento hay o no una manifestación inteligente y, en caso afirmativo, cuál es el origen de dicha manifestación.
No nos referimos al movimiento inteligente de determinados objetos ni a las comunicaciones verbales, como tampoco a las que son escritas directamente por el médium. Este tipo de manifestaciones, evidentes para los que han asistido a ellas y las han profundizado, no es en modo alguno, a primera vista, lo bastante independiente de la voluntad para cimentar la convicción de un observador novel. Sólo hablaremos, pues, de la escritura obtenida con ayuda de cualquier objeto provisto de un lápiz, tal como la cesta, la tabilla, etcétera. La manera en que los dedos del médium se posan sobre el objeto desafía –conforme dijimos- la destreza más consumada para poder participar –en el grado que fuere- en el trazado de los caracteres.
Pero admitamos incluso que, con prodigiosa habilidad, puede él engañar al ojo más escrutador: ¿cómo se explica la índole de las respuestas, cuando se encuentran éstas más allá de todas las ideas y conocimientos del médium?
Y adviértase bien que no se trata de respuestas monosilábicas, sino que a menudo constan de varias páginas, que han sido escritas con la más asombrosa rapidez, ya sea de manera espontánea o bien sobre un tema determinado. Bajo la mano del médium más ignorante de la literatura nacen en ocasiones poesías de una sublimidad y pureza irreprochables y que no desaprobarían los mejores poetas humanos. Lo que aumenta aún más lo extraño de estos hechos es que ellos se producen por dondequiera y que los médiums se multiplican hasta lo infinito. Tales hechos ¿son o no reales? A esta pregunta sólo podemos responder de una manera: mirad y observad.
No os faltarán ocasiones para ello. Pero, sobre todo, observad con frecuencia, demoradamente y en las condiciones requeridas.
¿Qué responden a la evidencia los adversarios? “Vosotros –dicen ellos- sois víctimas del charlatanismo o juguetes de una ilusión”. Por nuestra parte, diremos para comenzar que hay que dejar a un lado la palabra “charlatanismo” en los casos en que no existe un beneficio a extraer, puesto que los charlatanes no ejercen gratis su oficio. En consecuencia, se trataría cuando más de una superchería. Pero ¿por qué extraña coincidencia tales embaucadores se habrían puesto de acuerdo, de un extremo a otro del mundo, para obrar en la misma forma, producir idénticos efectos y dar sobre los mismos temas y en idiomas diversos respuestas iguales, si no literalmente, al menos en lo que respecta al sentido? ¿Cómo es posible que personas graves y serias, honorables e instruidas, pudieran prestarse a semejantes maniobras, y con qué objeto procederían de este modo? ¿Cómo encontraríamos en los niños la paciencia y la habilidad necesarias para ello?
Porque si los médiums no son instrumentos pasivos, necesitarían de una habilidad y unos conocimientos que son incompatibles con cierta edad y determinadas posiciones sociales.
Entonces se afirma que, si no hay superchería, puede que ambas partes sean víctimas de una ilusión. En buena lógica, la calidad de los testigos es de cierto peso. Ahora bien, es aquí el caso de preguntar si la Doctrina Espírita, que en la actualidad cuenta por millares(*) a sus adherentes, no los recluta más que entre los ignorantes… Los fenómenos sobre que se apoya son tan extraordinarios que es concebible la duda. Pero, lo que no se podría admitir es la pretensión de algunos incrédulos de monopolizar el buen sentido, y que sin respeto por las personas o por el valor moral de sus adversarios tachan sin miramiento de inepcia a todos aquellos que no son de su misma opinión. A los ojos de todo individuo juicioso, el dictamen de las personas esclarecidas que durante mucho tiempo han visto, estudiado y meditado algo constituirá siempre, si no una prueba, al menos una presunción en su favor, puesto que el asunto ha podido llamar la atención de hombres serios, que no tienen ni interés en difundir un error ni tiempo que perder en futilezas.
(*) Esto se refiere a la fecha de publicación de la obra. Hoy en día, a más de un siglo de entonces, las cifras ascienden a millones. [N. del T. al cast.] * Este estudio introductorio forma parte de la 2da y definitiva edición de la obra, fechada en 1860. [N. del copista.]
ALLAN KARDEC
Extracto de EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
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